Polémica en torno al PIN Parental

Sin duda el tema educativo va a ser una de las grandes ocupaciones del nuevo Gobierno de coalición PSOE-Podemos en esta legislatura que ha empezado a andar. Una nueva muestra de ello hemos tenido esta semana con las declaraciones de la ministra de educación, Isabel Celaá a propósito de la aplicación del llamado PIN parental en la Región de Murcia, que el Gobierno ya ha anunciado que va a recurrir ante los tribunales.

El ‘Pin parental’ es una medida por la que se propone que cuando los alumnos vayan a recibir una formación en el ámbito escolar que atañe a la moral, los padres han de ser informados por las autoridades académicas. Esta media ha sido puesta en marcha por la Consejería de educación del Gobierno de Murcia. La respuesta de la ministra no se ha hecho esperar.’ «No podemos pensar de ninguna manera que los hijos pertenecen a los padres», ha declarado, para señalar que no se puede privar a los alumnos de esos contenidos educativos. La polémica está servida.

La noticia tiene muchos perfiles por donde se puede abordar, pero desde esta tribuna querríamos destacar algunos aspectos que nos parecen nucleares.

Efectivamente los hijos no pertenecen a los padres, pero tampoco al Estado. Los niños son seres autónomos, pero que por su falta de madurez, los padres tienen la responsabilidad de cuidar y educar. Es ahí donde entra el papel de los padres como educadores. No porque les pertenezcan, sino porque su obligación –y derecho- es ayudarles en el proceso hacia su plena maduración. Esta frase de la ministra es una burda manipulación y esconde un debate de fondo importantísimo. El papel de los padres (y del Estado) en la educación. Y por ello en la propia vida de los ciudadanos.

El otro gran debate es si los contenidos que se imparten son meramente educativos o responden a una ideología determinada. Porque no se discute si a los niños hay que enseñarles matemáticas o inglés, sino si en las claves de la educación afectivo sexual, y la valoración de los aspectos morales relacionados con la sexualidad humana los padres no tienen nada que decir. Ciertamente en este aspecto tan importante que configura la personalidad entera estamos ante un tema en el que los padres son los primeros educadores de los niños. Y existe un grave riesgo de que esa pretendida educación afectivo-sexual sea una puerta para imponer a toda la sociedad la denominada ideología de género.

En realidad lo que debemos reclamar no es solo que los padres tengan el derecho a conocer lo que se imparte en el aula, y a dar su consentimiento si los contenidos tienen un carácter moral. Debemos reclamar una educación libre de ideologías, en el que quede al margen cualquier intento de adoctrinar a los alumnos. Que es la gran tentación que tiene siempre el Poder. Ese debe ser el objetivo. Reclamar una verdadera calidad de educación, que no busque el adoctrinamiento, sino el aprendizaje. Y que en los aspectos morales y de formación integral de la persona sea escrupulosa en el respeto a las convicciones de las familias.

Más allá del debate mediático, estamos ante un tema de profundo calado, en el que la sociedad entera se juega su estructuración y su libertad definiendo el papel del Estado en la educación de las conciencias.
No es un tema menor.